EL GOCE IMPERFECTO


(esa sensasion de autoconocimiento
en el lugar mas propio de uno mismo,
esa circunstancia q evoca aprendizaje...)

CONTEN-TO



te escribo desde como estoy,
en alguna forma, que es sentirme asi
en este instante electrico del tiempo

y aunque parezca caminante exiliada,
soy afortunada si este es el destierro,
porque continuo mirando al frente de mis dias

buscando y encontrando
los motivos valideros de la vida
tocando a fondo el comienzo del contento

contento
contentus/ continere: contenido

LA OLA



Por momentos miro con ojos nuevos…
Y en ellos, todo me descubre.
Son ojos que estrenan ocasión,
Rasos al sentir, rasos al amar.
Ojos desprovistos de conciencia,
que ingenuos todo miran.

Hasta que algo se detiene, otros ojos,
puros, trasparentes como el mar.

Y sin notarlo, me aventuran mas allá.
Como una ola me envuelven,
Me abrazan hacia dentro.

Y de repente me entrego a la corriente,
Me dejo abrazar en el vai-ven,
Y pronto me templo con el mar
Placida en la infinidad

Y pasa, pasan, pasamos,
me rodea este tu a-mar,
Dando vueltas sin parar.
Y el fondo nos hace un techo,
La ola encuentra razón.
Suave tu espuma me ciñe,
Me acerca, me lleva, me deja.
Perdida despierto en tu orilla…

LA LOCURA



"Escribir en salud,... es mejor",
me dijo una loca rehabilitada,
que recuerda no haber podido escribir nada bueno
en sus periodos de locura y delirio mental...
"Para escribir hay que estar bien...", quiso concluir
y cuanta razón tenían esas palabras heridas,
y cuanto las comprendo aún sin ser loca,
"En el Montes tuve un amigo que escribía, ...
y era visceral la diferencia entre lo escrito en crisis,
y aquello que escribió en salud, en rehabilitación..."
mientras esta amiga me contaba el proceso creativo,
no pude evitar sentir lo cerca que esto me toco...
la diferencia entre estar bien y no...
lo bello de un mensaje esperanzador escondido
entre las líneas de los relatos que escribí con alegría,
y el vacío inocultable de mi alma, en frases sueltas...
"Soy de las que piensan que el arte es belleza,
son ganas de vivir, la evasión a la muerte... elevación"
enfatizó en tono explicativo y supremo,
y hay tanto de cierto en lo que dijo...
ya no quiero escribir acerca del dolor,
no quiero hurgar recuerdos que hoy no tengo,
quiero mirar hacia delante, sobreponerme,
evadir la muerte, evadir la muerte en vida,
quiero escribir en salud de alma, ...
como aquella salud que tu compañía me dio
que inspiro magia y ficción en mis cuentos,
yo era feliz y por eso lo que creaba tambien.
"Cuando estas loco, estas ausente,
y es tan fuerte la desconexión con el mundo,
que entras en tus propios e inventados delirios,
necesitas ese mundo irreal donde evadirte",
me transmitió con cruda sinceridad esta mujer.
No quiero ser un manojo de delirios
buscando cause en palabras muertas,
no quiero viajar a lo ilusorio, a lo que no es
sino quedarme con lo que soy
tocando el cielo con las manos,
deshaciendome de todo el horror,
Ser aquello que desprendo de mi, con palabras,
aquellos seres de cuento que existen en mi,
quiero volver a encontrarme con mis personajes,
retomar mis historias en las suyas,
que mi vida y los cuentos sean uno,
¡¡porque ellos son mi creación,... y no yo la suya!!!
evitar el delirio y la angustia de lo que no es saludable
revertir la locura que me quiere hacer creer que:
ni yo ni mis personajes somos nadie....

LA CUNA DE LA LUNA



Te aprisiono contra la cerca de la tierra en la que habito. Entrelazo mis dedos con los tuyos, allí contra los muros. Mis yemas te sienten intentando vencer barreras. Traspasando la piel. Pero te sujeto y te aprieto con fuerza. Y es fuerza que acaricia, lo sabés …
Puedo sentir como te erizas, como mis manos te inquietan, mis terminaciones nerviosas te electrocutan. Somos dos a sentirse… y ahora soy yo quien se eriza, y vos me empezás a sentir en la punta de tus dedos. Y nos gusta ver que la distancia se pierde, los brazos se acortan, los codos se quiebran, las mentes se encuentran. Tu mundo y el mío, comienzan a asemejarse.
Y entregarnos a este juego de sentidos agudizados que propone la oscuridad. Sentir solo sentir a ojos cerrados. Y adivinarnos en la respiración, en el ritmo jadeante del aire. Tu piel contra la mía. Una boca, que a mi oído, grita en silencio el fervor que la inspira. El aire que exhalas como susurros para mis hombros. Las palabras que escribo en tu espalda con mis dedos. El punto final que sella la frase que recorre tu espina dorsal.
Algo estallará pero aún se contiene. Vendrá la tormenta, la veo en el aire conmovido, en las pieles sedientas. Y lo disfrutamos porque sabemos que detrás está la calma. Y cuando todo pase, este abrazo cerrado se soltará, y se volverá libre...
Me miras, te miro. Reconozco la calma pasajera. Es ésta, la que habita en nuestros ojos, en este momento justo antes de que el universo haga explosión e implosión. Un segundo de paz, para decirnos con la mirada, lo que en un segundo será abrazado por el fuego.
La furia vendrá de nuevo..., oscilante entre el delirio y el placer. Me abrazas con fuerza y tu pecho se ahoga con el mío. Y nos aprisionamos, nos retorcemos, nos enredamos, temblamos y luego gritamos. Y sentimos el máximo que podemos sentir. Tan fuerte, tan dentro. Tan cerca, tan cerca nos tenemos…
Y ahora en paz querer dormir. Y movernos lento en la cuna de la luna. Suaves tus manos, dulce el cariño, tan cerca tu latir al mío.

DOMESTICARNOS

Hace unos días, me preguntaste:
- Me domesticaste?
- Cómo? Domesticarte?
( casi con enojo, te respondo con extrañeza, tratando de entender q me decís).
Y claro son las 12.30 de la noche, los parpados pesados vencen, y ya me había dispuesto a dormir hace unos minutos mientras tapada acomodaba el acolchado.
Te acaricias la frente, mirando el techo, con la mano casi en peso muerto debido al ángulo que le propone el codo en alto, y continuas:
- Claro, no leíste “El Principito”? ( en ese momento me miras).
Ahí relajo el seño fruncido y me dispongo a escucharte, y busco tu mirada celeste en la oscuridad.
- Mmm, no… intenté
- El relato de la flor, … el del zorro… ( tiras al aire frases cortas, por ver si alguna me suena). Y te hago un no con la cabeza. Como todavía intentando entender porqué el principito, la domesticación y nuestra relación en tu mente encuentran emparentarse.

En las penumbras de la noche los gestos son menos nítidos, con el sueño las palabras se adormecen al punto de volverse casi distantes, el interés suena a desinterés…

Han pasado unos días, y me acercas el relato:

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.

NOSTALGIAS, BUENOS AIRES

Y se me pianta un lagrimón. 
Frente a una postal añeja desde España. Sujetar una foto sepia y recorrer con el índice los rostros familiares que no conocí. 
Un domingo tan lleno de sol que en el recuerdo se vuelve una luz. Dos viejos en la vereda, quietos en sus sillas de patas de metál, respaldando en un plástico marrón. 
Encontrarme en la casa de mis abuelos un recuerdito pasado de moda brutalmente arrancado de contexto. 
Escuchar un tango en el tocadisco. Acostarme en el piso y de tanto en tanto observar como la púa se hunde en los surcos del disco reproduciendo Pampero, y tarareando la melodia entregarme a sus versos: Grito de la llanura que reclama / su fiera y orgullosa soledad /sos viento de una estirpe que proclama/ la altivez de su ruda libertad.
y nuevamente me emociono, y me aferró de manera infantil, a ese insulso decir: "todo tiempo pasado fue mejor". Pero es que, el alma nostálgica no renuncia nunca frente al futuro. Y mira siempre hacia atrás. Ancla mar adentro, en la profundidad del calado infinito. En la soledad de capitán de barco, rumbo a los antiguos mares. Y prefiere desde allí ver a lo lejos las luces de un faro, los destellos de la modernidad. Sujeto a la proa en el vaivén mareado. moviendose entre la niebla de la noche oscura. En el cielo abierto de negro cerrar los ojos.
Abrirlos, para tocar tierra. Y me reencuentro. la habitacion de la casa de Floresta. Balbuceando otro tango, triste y feliz acurrucarme a un cacho de Buenos Aires que Cadícamo me arrima...En esa pasividad de solos, encontrar comodidad, detenerme y quedarme amarrada al recuerdo

Foto: archivo familiar(galicia)

CUANDO DUERMES EN LA LLUVIA

Quererte ahora, se ha vuelto tan real, 
imperfecto, insostenible, 
tan genuino y presente. 
Con tus/mis varios defectos. 
Quererte en esta forma, que no discrimina. 
Que no encuentra contradicción. 
Y que en el aluvión de sensaciones, 
solo comienza a encontrar cotidaneidad . 
Y de repente sentirte parte de mi 
en ese momento intensamente vivido (en acto). 
Helarnos en un abrazo en este atardecer tan lleno de sol. 
Acaso en este instante eterno nunca oscurece,
nunca amanece. 
y esto somos amor... 
este cachito de momento, 
este fragmento de jueves, esta madrugada de viernes, 
este atardecer de martes.
 La ilusión de un porvenir. 
utopías de "ahoras" eternos...




Me obsesiono tratando de mirar esa gota que se desliza sobre el vidrio, pero es casi imposible, llueve de manera copiosa y las gotas se enciman, cayendo unas sobre otras. Cayó una más grande sobre la que miraba y ahora juntas, con más fuerza se dirigen hacia el marco de la ventana. Afuera un cielo triste se adueña del día y lo torna oscuro. Es como si la noche hubiera venido a las 5 de la tarde. Y me siento chiquita en medio de tanto derroche climático. De repente un relámpago gigante, me llena de ansias de escuchar el trueno que vendrá.
Luego de un rato, comienza a ceder la lluvia, pareciera que el cielo necesitaba gritar y rugir para sentirse mas aliviado. Ahora el sonido se hace más suave, constante, y me permite escucharte. Duermes. Pero más allá de la quietud que aparentas percibo el fluir interno de tu cuerpo, que es como la lluvia… suave y constante. Captas toda mi atención y me acerco a tu cuerpo para oírte más de cerca. Te oigo y te contemplo. Tu nariz perfecta que asoma del rostro pueril. El aire que respiras y baila allí dentro, que viaja inconstante por tu garganta entre paredes raspadas. De repente, te cuesta respirar, pareciera que el aire no siempre quiere bailar. La expresión de tu cara es levemente molesta. Y me encuentro a mi misma con una sonrisa puesta en mi rostro, quiza porque tu expresión me da ternura; nose, quiza porque en todo este ritual, intuyo, la plenitud inmensa me llena, quiza porque esto tan magico, es tangible y real.
Nuevamente el aire viaja con frenesí y llega cansado a tus pulmones que lo respiran hasta el último estertor. Te llenas… y veo como tu pecho se eleva. El diafragma quiere volar hacia el cielo gris que nos mira allí afuera. Es como si te escaparas en vuelo. Pero hay un techo y por suerte, como un pájaro, planeas en caída libre volviendo a tierra firme. Tus pulmones sueltan lo invisible y ahora nuevamente reposan descansados en mí. Bajas a mi lado como un ángel caído, con toda tu humanidad reluciendo. Y entonces contenta, te respiro en un una bocanada profunda...
Una gota corre a toda velocidad por el vidrio, pero detrás como en tercer plano descubro algo. Una cortina de agua mimetizada con un fondo. Veo la mezcla de madera y lluvia. Las ramas del árbol humedecido. Esa trama casi transparente de líneas diagonales que llueven del cielo confundidas con el tronco anciano surcado de arrugas. Son las hojitas del Fresno Dorado empapadas de llanto. Que belleza sentida…, te miro para ver si despertás y compartís conmigo la visión. Quizá quieras como yo jugar a ver y no ver la lluvia. Notarla cuando se hace invisible en el trasfondo celestial. Pero continúas soñando y no querría despertarte. Aunque no se, puede que todo esto sea el sueño.
De repente te mueves, es como si te hubieran despertado mis pensamientos, como si mi silencio gritara en esta tarde. De seguro oyes mi silencio cantándote la melodía de la lluvia. Te acurrucas, cambias de posición e inspiras con fuerza, como volviendo a empezar. Ha quedado tu corazón sobre el mio. Y tu muñeca en mi cintura me hace sentir tu pulso latiendo al compás de la llovizna. Es la armonía espeluznante del universo. Y como para hacer mas alucinante la armonía y placentera la sincronizacion, como muchas otras veces,  me pongo a respirar a la par tuya. Nos llenamos de oxigeno y lo soltamos a la deriva, y todo a la par...
Que hermoso, la lluvia ha parado y fluyes con el agua escurridiza. Tus pulsaciones juegan con el ritmo de las gotas vibrando en la canaleta.Como una seguidilla de corcheas nuestros latidos cantan la vida. Y así a medida que el agua se bifurca por alcantarillas y se evapora…, tus sueños vuelan con las nubes, arrastrados por el viento. La tarde se despeja, la oscuridad se aclara y comenzás a abrir tus ojos. Tus bellos ojos

SINA Y LOS ESPEJOS


Parada en puntas de pie, flotando en el equilibrio invisible de unos deditos, y un empeine de mas vencido. Así estiradita como intentando alcanzar el cielo. Unas piernas esculpidas por la danza cotidiana. Se arregla el pelo frente al espejo. Unos mechones suaves y claros, que relucen. La tez clarita, casi blanca transparente. Su rostro suave desea bailar la música. La expresión vivida en su rostro. Se mueve con dulzura, como pidiéndole permiso a la melodía. Quizá algún pasaje trágico de Romeo y Julieta, o algún pueril instante del Cascanueces, o quizá la romántica Giselle. Otras es tan sólo un reflejo en constante movimiento en el Lago de los cisnes.
El brazo izquierdo acompaña un movimiento y su cuello erguido suavemente lo sigue. Hasta que descubre de frente su rostro en el espejo. Sorpresa! Se encuentra allí, en un momento casi eterno. Vacilando entre la sorpresa y la fascinación, una niña frente a su porvenir. Sus ojos grandes se miran. Redondos, presos de obnubilación. sin lugar a dudas ocurren muchas cosas por su mente. Escucha la música, de seguro esa expresión casi de dolor no la tendría si no fuera porque esta deshilachando las líneas del pentagrama ideal que imagina en su mente. Pero claro esta, que hay más en esa imaginación.
El edificio musical de pronto se desmorona, las notas perdidas en el salón ya no importan, se ha distraído al corregir la posición de sus pies. Luego de unos instantes intenta volver a su universo paralelo. Buscando los renglones invisibles sobre los que quiere escribir su música. Concentrada nuevamente, reaparece la expresión tan típica de su cara cuando baila, seria. Los ojos redondos aún continúan mirándose en el espejo. El mismo hilo deshilachado del pentagrama, se convierte en el cabello de una niña que ha dibujado, y rápidamente su mechón lacio se enrosca y se traduce en un Sol bemol bailando en el salón.
Esos ojos redondos se van detrás de la nota y miran a su alrededor. Baja al universo tangible, de esta tarde veraniega. A las agujas de un pequeño relojito de bronce que descansa sobre el piano, marcando las diecinueve y cincuenta y dos. Atravesando la temporalidad ha caído del cielo. Aquí te encuentras niña!... Con tus manos descansadas en la barra. Tu espalda erguida. Tus pies en quinta, frente a mi reflejo, en respectiva sincronía. Y ahora me percibes... Tus ojos de espejo invadidos por estos...

AMORES DE DOMINGO



Se levanto como a las diez de la mañana, aprovechando hasta donde pudo el sueño. Revolcándose y enredándose en las sábanas, que a esta altura ya se habían desenganchado del colchón por el insiste tironeo. El gato maullaba, detrás de la puerta. Pedía atención, comida y calor. Mientras la claridad se adueñaba de la habitación y hacia inminente la llegada del mediodia, salió de la cama y empezó el día. El pequeño animalito seguía sus pasos y se auto-mimaba contra sus piernas. Acompañaba jugando entre los pies hasta la heladera y se quedaba a la espera de su ración de leche. “Fiiiiiiiiiii”, se escuchaba desde la cocina: La pava gritaba y chiflaba que la corran del fuego. La taza de café humeaba, la porcelana se empañaba, y pelaba de caliente. Pero lo corto con leche fría para evitar las rajaduras.
Su vida transcurría.....si, pasaba. El domingo como para todos, era el día para hacer “lo que se le plazca”, luego de la tan cargada semana y el sábado agitado lleno de amigos. Como era habitual, ojeo una revista mientras terminaba el café, pero nada llamaba mucho su atención. Pasaban las hojas y nada miraba. Luego dio unas vueltas (un poco en circulo …) por los ambientes y se sentó al piano. Y como para ir deshaciendo las lagañas jugó un poco con sus repertorios. Cuando se canso, puso música, y mientras ordenaba la ropa acumulada en la silla y lavaba los platos de la noche anterior, tarareaba las canciones del cd que se había comprado el otro día en la Av. Corrientes. Ya con todo un poco mas ordenado, se fue a cambiar. Y mientras sonaba la canción favorita del cd, se puso a hacer la cama. Con las manos ocupadas sosteniendo el colchón en al aire, tratando de meter las sábanas en el extremo de los pies, sonó el teléfono. Sonó varias veces, no iba a soltar el colchón y desperdiciar lo hecho hasta ese momento. Se tomo su tiempo y luego corrió, llevándose puesta la mesita ratona del living… llego como en el quinto o sexto “ring”. Atendió… la respiración estaba algo agitada por el pique olímpico que había hecho para llegar a atender. Extendió un brazo y bajó el volumen de la música que estaba a mil. Y pudo escuchar… era esa voz. Claramente se alegro muchísimo, tanto que casi ni sentía el dolor en el dedito chiquito luego de haberse “comido” la mesa (si esa mesa de porquería, que hace mucho quiere correr, porque sabe que esta mal ubicada, ahí en el medio del paso...) En fin nada importaba…¡se iban a encontrar!.
Rápidamente el día cambió su curso, eran las 13.30 horas y ya se estaba bañando para salir. Qué hacía a esa hora en la ducha, se preguntaba jaajaj…claro no era necesario ni prender la luz, la claridad entraba por la claraboya. Qué linda sensación, con ese frío en la calle, poder estar en la ducha con el agua hirviendo. Se canto unos temas en la ducha…un poco mas melosos que de costumbre e inconcientemente ligados a este romance que trabajaba en su mente. Salió a la calle, pucha! Que hacía frío. Camino dos cuadras hasta la parada. El día estaba perfectamente encaminado. Mientras esperaba el colectivo con una mano dentro del bolsillo jugaba con las monedas, soltar una agarrar otra. Hasta que se emocionó cuando en el otro bolsillo encontró el paquete de puchos que no recordaba tener. Mientras pasaban los pocos autos que había, y pasó un colectivo de la otra línea, que compartía parada con el que esperaba, pensaba en sus ojitos y la expresión tan linda que tiene cuando se sonríe.
- Holaa,… noventa. Le dijo al colectivero, que se aguantó la intriga de saber hasta donde viajaba. Y por ser domingo quizá a voluntad, dejó pasar la ocasión de cobrarle un peso por la distancia recorrida. Miró el boleto; las dos y diecinueve decía en negrita. Se dirigió tambaleando hasta el fondo del colectivo, estaba casi vacío, se sentó ahí atrás junto a la ventana, donde la fila de cinco asientos esta mas elevada, allí el calor de los motores se siente en las piernas, y de hecho, si el chofer pega una frenada, te vas volando (bueno eso lo dicen mucho las viejas, que les encanta criticar la brusquedad de los conductores.) Abrió la ventana y el viento frio congelo sus pensamientos . Se sentía feliz. Soñaba el deseo correspondido de su compañía. La grata presencia se este ser, en su propia carne (… mmm sospecho que toda nuestra alegría, hasta la más efímera se funde en quién nos acompaña en el recorrido). Mientras sus ojos observaban la ciudad por medio de una ventana un poco sucia de hollín, pensaba en los instantes ya compartidos que guardaban en su haber. Hace mucho que se querían; sólo que las contingencias a veces pueden más que una fuerte causa. (En fin ironías de la vida). Miró la hora, eran las dos y cincuenta y dos. A esta altura del trayecto no quedaba nadie arriba… Ya se tenía que bajar.
Otro cigarrillo acompaño la caminata. La respiración agitada…, quizá era el frío o quizá alguna otra extraña sensación de esas en las que es mejor no abundar en explicaciones. Seguían en su mente las imágenes y recuerdos. Se filtraban retazos del futuro, que el inconciente tejía sin consentimiento. (Es que la fé nos gana!, Aunque no queramos alimentar la esperanza, ella siempre esta, para hacernos imaginar lo imposible). Había caminado ya dos cuadras, allí a metros estaba la bocacalle. De repente una ráfaga de viento, que venía bailando por la transversal desde el sur, sorprendió su cara. Las manos escondidas en los bolsillos a la altura del abdomen presionaban con fuerza. Los hombros altos como intentando esconder el cuello. Y el rostro de frente encarando el tiempo… A la vuelta de la esquina había alguien empezando a dejar su huella. Historias ajenas que quiza mañana sean una.

"LA PALOMA"


Pedaleaba rápido para llegar, jugando a que el rodado de mi bicicleta siempre estuviera justo encima de las líneas amarillas que indicaban la banquina. Practicaba sin las manos y las dejaba jugar con el viento en el extremo silencio de esa ruta. Era muy pequeña, unos 10 años y sin que nadie lo sepa emprendia esas excursiones. Solo de lejos oia el mar, y el viento amplificado en mis oídos por la velocidad. En unos veinte minutos de pedaleo, recorría la distancia para llegar al “mundo fantasía” que en realidad existia.
Para mi contento no habia nadie. Nunca habia nadie. Sólo yo y los barcos. Dejaba la bicicleta tirada en la entrada del astillero y comenzaba a caminar hacia el alambrado que siempre debia saltar para disfrutar del Puerto vacío. Mis ojos fugaces se abrumaban. Los colores y los materiales captaban mi atención: conteiners, maquinaria y grúas;

Entre tanto rojo y gris oxidado, de repente se alcanzaba a ver el mar, allí dormido en un piletón antes de la escollera. Y me entraba un sentimiento de regocijo, la respiración profunda se hacia cada vez más pausada. “La paz de la siesta portuaria, Los ojos cerrados del mar...” ( quiza hoy me digo..). Y me quedaba paradita, quietita y sigilosa escuchando como suenan los cascos de los barcos chocando contra el agua, cuando la onda suave de una ola llega hasta el muelle. Y esperaba la otra onda, para ver como se tambalean nuevamente los botes de pintura gastada roja anaranjada. El sabor que imagino tiene el óxido, en todo aquello de lo que la sal se adueño. El ronquido marino que hace subir y bajar a las boyas, el zumbido húmedo y crispado de sogas y nudos enormes tironeando a fuerza.

Un día mientras investigaba, jugaba, e imaginaba relatos de barcos perdidos, de marineros aventureros y de tormentas jamás vistas, el cielo negro rugió desde lo profundo del mar y algo me dijo que la siesta habia de terminar. Al escuchar los truenos lejanos levante la mirada hacia el horizonte, la inmensidad bravía acechaba detrás de esa escollera. Ese murallón color arena, hecho de piedras enormes cortadas irregularmente que protegen al puerto. Ese límite creado por unas manos, para separar lo calmo de lo movido. Allí erigida sobre unas rocas enormes, en la peligrosa punta del “Cabo Santa María”, mirando de frente un océano adverso.

Otro rugido del cielo me puso en alerta. Los botes descansados del puerto comenzaron a moverse más. Deshice mis pasos, y retrocedi inequívoca por los tablones agrietados del muelle hasta llegar a tierra firme, el cemento me olia mas seguro. Pero el peligro y el misterio eran mas que el miedo para esa nena aventurera.
 Y entonces me embalentonaba, luchando contrariada con mi mente, escondidita en la capucha de un pequeño y gastado buzo celeste con motivos de barcos... El cielo gris oscuro, indicaba que en cualquier momento la tormenta vendriá. (Esa era la razón por la que a las tres de la tarde habia ido en bicicleta lo mas rápido posible hasta allí. Porque quería ver la tormenta de cerca. Y quizá hacerle frente.) Vivir lo que aquel marinero alemán shockeado y perdido nos contó (y en un inglés pobre mezcla de señas y gesticulaciones) , cuando su barco luego de una tormenta encalló en Bahía Grande, tratando de evitar la tragedia de estrellarse contra las rocas que rodean el faro y la isla La Tuna.
Ya estaba llegando al final de la escollera, cuando empece a notar que el nivel del mar estaba subiendo y tapando las piedras estratégicamente colocadas. El viento rachado me zarandeaba de un lado al otro. Las ráfagas sin dirección desestabilizaban mi cuerpo pequeño y por si era poco comenzó a garuar. Un relámpago lejano me dió ganas de huir. Di unos pasos pero no quice correr por miedo a caer. La espuma derepente baño la roca y empapó mis pies. Las olas realmente estaban creciendo. Todo crecia alrededor. Los relámpagos seguidos y luego los truenos que hacian añicos la atmósfera. La lluvia tomaba coraje, las tímidas gotas de repente pisaron fuerte y pesado. La situación era de peligro…me inmovilice, ya no sabía que hacer. Las olas mordian la roca, clavaban sus colmillos en mis piernas. Eran grandes, cada vez más grandes. Ni esta escollera las detendriá.

Y de repente ya no estar allí, ni mi infancia, ni yo.

MI AMOR...UNA SENSACION



Algo nos dice en la mente que no debería ser así. Algo nos indica que no es lo correcto. Pero ese algo no tiene nombre. Tiene forma, es algo que podría definir; pero no nombrar. Es la sensación de algo bello. De algo lindo.. que emociona. Es un palpitar que tironea la respiración. Que exalta y da arritmia al corazón… y aunque todo lo describa doloroso… es hermoso.
Como tus ojos transparentes que cuelgan del cielo. Es la ola, que turbia se vuelve clara. La espuma que va y que viene con el ritmo suave de la corriente. El ir y venir del sentimiento.
Algo me dice en la mente que no debería ser así, no tendrían que ser la perdición esas pupilas que todo miran. No debería sumergirme en esas aguas color miel que vivaces me observan. Porque son como el mar… no sé cuán profundas son, y en ellas me podría ahogar. Cambian el color, hay remolinos allí dentro, algo las vuelve turbias, y otras veces claras. Son lo que tienes dentro. Son contradicción humana.
Algo me dice en la mente que no debería ser así. Pero es placido flotar en la marea. Sentir la sal de tus lágrimas en mi piel. Que el sol las seque y las vuelva aire. Respirarte a donde voy. Pero de nuevo, caigo victima. Embelezada me adentro en tu mirar. Tu mirar… entre rayitas más oscuras que se mueven sin parar. Y en el centro un infinito negro que se contrae y se expande como llamándome.
Algo me dice en la mente que no debería ser así. Te defino con sensaciones, sensaciones de mar, de cielo, como si supiera volar. Y me encunetro sumergida en tu interior que es como un coral. Tengo el gusto agridulce en mis labios, poruqe bebo tus palabras llenas de sal. Entonces estiro mis brazos, y es como si la punta de mis dedos traspasaran la quietud. Pero contrariamente me desplazo contra  corriente. Pero en paz… nadar en la oscuridad de la luz. Sin percatarme me olvido de respirar. Hasta que un impulso ahogado me saca a la superficie. Y a volar….
Algo me dice en la mente que no debería ser así… pero respiro profundo y todo vuelve a empezar. Te siento como el aire que no sentimos, hasta que lo vemos a trasluz con sus partículas suspendidas en el eter. Alli te empiezo a descubrir, lo imperceptible que un haz de luz de repente revela. Tu hombro extendido al sol, tu pecho en penumbras. Te recorro entre sombras y me pierdo en el límite de la luz y la oscuridad. En tu perfil eclipsado justo mirando en la ventana.  Las pestañas que asoman del contorno de tu rostro y se saturan de brillo. Todo es natural y peligrosamente fascinante. La transparencia de tus ojos al sol, la perdición.
Algo me dice en la mente que no sé qué es ese algo que es "ser" así. No sé que intento describir. No sé acaso que sensación es. Hablo del mar, del aire, de sentir, de tener, de tocar, de ver … en momentos quisiera describir lo vivo, el fuego interno humedecido por las lágrimas que en algún momento caerán. Pero no sé a que le escribo, a quien describo: si a mi, si a lo que no hay en mi, si a vos ... Pero esto existe, es todo lo que te dije... ya ves, lo pude definir pero aun no lo puedo nombrar.


LA CASA DE LOS VIEJOS

La vieja me sirvió unos mates, bien calientes y medio dulsones, esos que siempre les gustaron a ellos, pero parecía que esa mañana, por primera vez, cobraban sentido. Tenían sabor a algo que se sabe se va a perder… era el gustito de lo que se deja. Las costumbres que por hábito uno no disfruta, pero de un día para el otro, cobran suma importancia, cuando uno ya no las tiene. Sabía que extrañaría la cocina de casa, con mamá inclinada en la mesada, de frente a la ventana. Su rostro mirando de tanto en tanto el exterior… y sus ojitos color miel tornándose transparentes cada vez que levantaba el rostro y el sol la iluminaba. Papá, en una vieja bata, desayunando mientras recorría el diario. con su voz ronca de la mañana. Su exactitud para sacar la pava del fuego. Jajajj y sus pancitos tostados con mermelada. La piel de mamá recorrida por contrastes de sombra y luz cada noche que se quedaba dormida con el velador prendido. El olor de su ropa; el perfumito! le decía yo. las siestas de papá en el sillón con la mùsica fuertisima.
Ay! Ya el reloj sentenciaba, debía irme. Deambulando por casa, ya no sabía que hacer, estaba todo listo pero algo me retenía… nos retenía. Mamá, luego de compartir el desayuno conmigo, rápidamente se cambio. Papá agarró mi mochila y la metió en el auto. Con la tranquilidad que lo caracterizaba, abría y cerraba el baúl, mientras con un tango encendía el motor y el cigarrillo mañanero. Aproveché ese momentito a solas y mire la casa. Todo cálido, el solcito en el jardín en un pequeño cuadradito de pasto justo sobre las ortencias, el gato enroscado a los pies del rosal, todo el papelerio de teatro de mamá en el mostrador de la cocina. Quietita apoyada en el calorcito del radiador miraba; los muebles, los detalles que decoran, los cuadritos en la pared, los portarretratos familiares. Esa foto de la comunión, en la que soy pequeña y tengo el abrazo de mis hermanos.
Quedaban solos los viejos. Solos y con los recuerdos…Suspire y salí a la puerta. Los tilos en la vereda, en hilera contorneaban mi cuadra y las que seguían allá, por el adoquín hacia el oeste. Eran los árboles y el aroma a Floresta. El barrio donde nací, las calles donde aprendí a andar en bicicleta. Aún recuerdo la primera, con rueditas, naranja oxidado, ya había pasado por las manos de todos los nenes de la familia. Una tarde me dejo de a pie! Se partió a la mitad. Jajaaj! Volví caminando con dos partes: manubrio y rueda delantera y por otro, asiento y rueda trasera. También recordé la que me compró mi abuelo, una bicicleta linda, roja, que especialmente fuimos a comprar por Flores una tarde de sábado invernal. La elegí, allí de entre otras, en aquella bicicletería de esquina. Y la probé en una vuelta manzana! A toda velocidad, esquivando baldosas rotas, sintiendo el frío en la cara.
Sintiendo frío en la cara volví a suspirar, profundamente, como despertando de tantos recuerdos… tambaleando, haciendo equilibrio con los pies a medias en el segundo escalón de la puerta de casa. Así me sentía; a medias, diciendo adiós a mi vida y despertando a un nuevo destino. Hojitas amarillas sobre el capot, gotitas de la llovizna de anoche. La sonrisa de papá, ya listo en el auto me apuraba. Y mamá que buscando las llaves para cerrar la puerta, me desplazó de los escalones.